40 AÑOS DESPUÉS, LA ALEGRÍA DE VIVIR Y EL CARIÑO POR LOS QUE NO ESTÁN CONTINUAN SIENDO UN BUEN MOTIVO PARA VERNOS...

 
 
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De la madre de Álvaro a su llegada a Francia:
 
 
La Espera

Hay un muchacho lejos
hace ya cuanto tiempo?
forastero de pasos y de lengua
averiguando si hay alguna esquina parecida a las nuestras
y no encuentra su sol en redondeles en otras plazas muertas.

Lo sigue la llovizna interminable
que lastima los huesos y la espalda
de un paisaje cedido,
quiero estirar los brazos
y me los muerde el mar.

Mejor será que apile todos mis pañuelos
y lustre el piso de madera
para tenderme allí.

Total... todo esta en orden
En su lugar el pan, la cubiertera
las agujas, la lana.

Corro al zaguán
y por su hendija
las hojas del verano aun centellean.

Probemos otra vez
tiende esa mano y ayudame a trepar
por la escalera.
 
 
 

 

 
RECUERDOS DE MADRES
 
En estos días de recuerdos que llegan en avalancha, hay madres que han intervenido en el foro con los suyos. Los reproducimos aquí porque son parte de nuestra historia vista desde un ángulo diferente pero complementario.
 
 
Escrito por la mamá de Álvaro para Eloy Yerle (el Raviol)
 
 
Se me caen los brazos
no respiro el silencio
de mis lagrimas
y la angustia desprende
como rios furiosos
los recuerdos

Era aquella mañana
por ejemplo
el liceo Zorrilla
y tu estabas
las manos aleteando
y los rubios mechones
navegaban la frente

Era también en Jackson
en los long play de pasta
el viejo tocadiscos
desgranaba sus sones

Y después fue el exilio
el adios, la distancia
nuestras vidas tan jovenes
el ardor, la nostalgia

Cada año el reencuentro
los abrazos muy lentos
conocia tus dudas
esperanzas, secretos…

Al despuntar febrero
sabia que aguardabas
mi visita de siempre

Pero este verano
faltaras a la cita
te marchaste apurado
-quizas a tropezones-
de eterno adolescente

diciembre 2003

 
 
De la mamá de Patricia
 
Cuando me enteré que los del fer estaban organizando una reunión recordatoria de sus actividades durante aquellos años tan difíciles que vivió nuestro país, sentí junto con mi hija deseos de recordar lo que habíamos vivido nosotros en particular.


Finalizaba la década de los 60. La inquietud de los estudiantes marcaba que se avecinaba algo peligroso. Nosotros los padres, un poco asustados empezamos a observar sus conductas y movimientos: faltaban los profesores (eso nos decían) y se formaban reuniones sorpresivas. ¿qué estaba pasando? Esta fue la pregunta que más nos hicimos , los que habíamos vivido hasta ese momento educando a nuestros hijos convencidos que sería la repetición de nuestra generación.


Preocupada por mi hija Patricia, que mostraba una nerviosidad extraña, comencé a ocuparme más de sus movimientos. Sí que me preocupé cuando una noche, desde mi cuarto escuché que Pati, conversando por teléfono con alguien, muy bajito, decía que se encontrarían al día siguiente más temprano que de costumbre en el I.A.V.A.

Por supuesto que esa noche, dormí salteado siempre alerta, hasta que de pronto sentí a la madrugada que bajaba la escalera de su cuarto calzada con championes y muy sigilosa. En ese momento tomé una decisión, ¡cueste lo que cueste, la voy a seguir! No sé como hice pero nadie en casa me sintió; me vestí de acuerdo a las circunstancias y fui a la Universidad. Bajé del ómnibus en la calle Rivera y cuál sería mi asombro cuando ví que a medida que me acercaba al I.A.V.A las calles estaban cada vez más intransitables ; pozos, cascotes y barro aparecían continuamente y lógicamente mis zapatos se llenaron de barro. Me acerqué a la puerta del preparatorios y como no quería que me vieran, decidí tomar un café en el bar de enfrente y desde allí observar los movimientos un tanto irregulares.

De pronto sentí varias explosiones y correrías dentro del edificio. Unos instantes después aparecieron policías a caballo en una actitud muy peligrosa. Inmediatamente el dueño del bar cerró la persiana y quedamos a oscuras muy sorprendidos todos.


Para mí fue el comienzo y despertar de que el país reaccionaba ante una situación que aparentaba una falsa tranquilidad. Me costó entender que todos estos (se puede decir niños) tuvieran que intervenir para alertarnos de que algo andaba muy mal.
De aquí para adelante durante muchos años tuvimos muchas zozobras, muchas tristezas e incontables dramas; las familias deshechas fueron muchas y las que aún están sufriendo.


Creo que el FER puso su grano de arena para que se reaccionara y viniera un cambio hacia algo más justo.

Tu madre

 
 
De la mamá de Esperanza
 
Esperancita: me pediste que escribiera algo sobre los tristes años de la dictadura: 1972-1985.
Yo no recuerdo mucho en cuales velatorios estuve. Fui a casi todos. En uno hice la cadena hasta el cementerio del Norte y quedé como caballo estaqueado, por varios días no pude ir a trabajar.

Trato de recordar... una tardecita, volviendo de mi trabajo, estando bajo la ducha siento que golpean con insistencia
la puerta. El que golpeaba estaba apurado, insistía, y debí salir a atender cubriéndome con la ropa interior y sobre ella, directamente el tapado rojo.
Me encuentro con un compañero tuyo, Heber Scariatto; me pedía que lo acompañase pues vos estabas en el IAVA, que estaba ocupado por los estudiantes, y el edificio estaba totalmente rodeado por la policía.
Así como estaba, sin vestirme adecuadamente, nos dirigimos a la calle Eduardo Acevedo y ...¿Guaná? cuando llegamos comprendí que era una locura pretender entrar pues cada pocos metros había un policía. Todos me paraban, era imposible llegar a destino.
Yo argumentaba que mi hija de trece años estaba allí adentro y que los mayores le impedían salir. A cada policía le repetía lo mismo.
Yo me había teñido el cabello de rubio y finalmente, pude entrar al IAVA. Detrás de mí las pesadas puertas se cerraron. Todo era oscuridad, no se veía nada. Salvo unos tachos con fuego, los chicos habían prendido papeles adentro para poder orientarse. Con esa mínima luz fui avanzando y preguntando dónde podrá encontrar a mi hija y daba tu nombre.
Uno de los muchachos me dijo: no le da verguenza venir a buscar a su hija?
Al avanzar en la penumbra oí tu voz. Subí una escalera, atravesé varias aulas hasta que te encontré. En esa zona, el laboratorio, creo, estaban varios estudiantes, incluida vos. La ventana estaba abierta y la luna iluminaba todo el exterior.
Sobre el techo de las casas de enfrente había varios policías, vecinos, señoras y el Ministro del Interior, Adolfo Tejera, con un megáfono en la mano. Yo me asomé por la ventana y en ese momento alguien tiró una baldosa hacia esa terraza, daba la impresión que fue arrojada desde los techos del IAVA. La baldosa le pegó cerca, ahí, a una señora que, al verme, comenzó a gritar: fue esa rubia la que tiró la piedra! Gritaba y gritaba. Salió a la calle tratando de ir a buscarme, amenazando.
Del lado de afuera del IAVA había una escalera por donde pasaban la comida. Esta mujer empezó a subir y desde adentro del edificio tiraban de la escalera para evitarlo y la mujer quedó colgada. Logró entrar y gritando, buscaba a la supuesta agresora. Los chicos me escondieron detrás de un mueble en el salón de Física. Yo ni respiraba, su enojo era tal que no se qué hubiera pasado si me encontraba.
El Ministro pedía a los estudiantes desalojar el edificio prometiendo que no habría sanciones. Debo agregar que el Ministro tenía una hermosa borrachera (tu padre y yo lo conocíamos) y apenas podía estar de pie, apoyado a un policía de cada lado.
Hubo una asamblea y, con tu voto en contra, se levantó la ocupación.
Salimos por atrás vos, Heber y yo y no paramos hasta llegar a casa.
 
 
De la mamá de María, Teresa y Marta
 
El FER celebra sus 40 años. Allí comenzó la historia.

Cuantos recuerdos y sentimientos reviven : dolor, preocupación, inseguridad y también compañerismo, solidaridad y esperanza.

Podría relatar muchas anécdotas de esos años difíciles, pero prefiero contar un episodio amable.

María tenía que dejar el Uruguay. Chile los acogía y el primer paso era trasladarse a Buenos Aires en el vapor de la carrera.

En casa, toda la familia preparó un operativo digno del mejor de los estrategas. Siendo menor, los padres teníamos que acompañarla. Nos encontraríamos en el puerto, yendo cada uno por su lado.

María que ya no dormía en casa, fue por la suya. Mi marido y yo en distintos taxis, con minutos de diferencia y sin equipaje, nos dirigimos al puerto por diferentes y tortuosos caminos. Marta llevaba en otro taxi las maletas.

En el momento de embarcar y presentar los documentos mi marido se da cuenta de que se había olvidado de la cédula de identidad. Rápido un taxi, derechito a casa, ida y vuelta. Todo el plan se derrumbó, felizmente sin consecuencias.

Al subir al barco nos encontramos con las otras integrantes del trío: Patricia con sus padres y Mara con su marido, pero "no" nos conocíamos.

La partida se demoró mucho. A cada rato, por el parlante nombraban a personas que debían presentarse. Probablemente por un tema sin importancia, pero dado el clima que vivíamos, cada vez que un nombre empezaba por María, temblábamos. Y fueron unas cuantas las Marías.

Finalmente el vapor zarpó y empezamos a respirar más tranquilos.

Se había pasado el primer escollo, pero habría muchos máMi vieja escribio, en su honor y en nombre de nuestra amistad, el poema que sigue y que comparto por primera vez fuera del circulo de amistades comunes que teniamos y tenemos con Eloy. Aqui va: SIN ELOY (para mi hijo Alvaro) Montevideo, diciembre 2003 ( de mi madre ) Se me caen los brazos no respiro el silencio de mis lagrimas y la angustia desprende como rios furiosos los recuerdos Era aquella mañana por ejemplo el liceo Zorrilla y tu estabas las manos aleteando y los rubios mechones navegaban la frente Era también en Jackson en los long play de pasta el viejo tocadiscos desgranaba sus sones Y después fue el exilio el adios, la distancia nuestras vidas tan jovenes el ardor, la nostalgia Cada año el reencuentro los abrazos muy lentos conocia tus dudas esperanzas, secretos… Al despuntar febrero sabia que aguardabas mi visita de siempre Pero este verano faltaras a la cita te marchaste apurado -quizas a tropezones- de eterno adolescente tu madre-diciembre 2003s