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ANTECEDENTES
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De la madre de
Álvaro a su llegada a Francia: |
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La Espera
Hay un muchacho lejos
hace ya cuanto tiempo?
forastero de pasos y de lengua
averiguando si hay alguna esquina parecida a las nuestras
y no encuentra su sol en redondeles en otras plazas muertas.
Lo sigue la llovizna interminable
que lastima los huesos y la espalda
de un paisaje cedido,
quiero estirar los brazos
y me los muerde el mar.
Mejor será que apile todos mis pañuelos
y lustre el piso de madera
para tenderme allí.
Total... todo esta en orden
En su lugar el pan, la cubiertera
las agujas, la lana.
Corro al zaguán
y por su hendija
las hojas del verano aun centellean.
Probemos otra vez
tiende esa mano y ayudame a trepar
por la escalera. |
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RECUERDOS DE MADRES |
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En
estos días de recuerdos que llegan en avalancha,
hay madres que han intervenido en el foro con los
suyos. Los reproducimos aquí porque son parte de
nuestra historia vista desde un ángulo diferente
pero complementario. |
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Escrito por la mamá de Álvaro para Eloy Yerle (el
Raviol) |
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Se me caen los brazos
no respiro el silencio
de mis lagrimas
y la angustia desprende
como rios furiosos
los recuerdos
Era aquella mañana
por ejemplo
el liceo Zorrilla
y tu estabas
las manos aleteando
y los rubios mechones
navegaban la frente
Era también en Jackson
en los long play de pasta
el viejo tocadiscos
desgranaba sus sones
Y después fue el exilio
el adios, la distancia
nuestras vidas tan jovenes
el ardor, la nostalgia
Cada año el reencuentro
los abrazos muy lentos
conocia tus dudas
esperanzas, secretos…
Al despuntar febrero
sabia que aguardabas
mi visita de siempre
Pero este verano
faltaras a la cita
te marchaste apurado
-quizas a tropezones-
de eterno adolescente
diciembre 2003 |
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De
la mamá de Patricia |
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Cuando me enteré que los
del fer estaban organizando una reunión
recordatoria de sus actividades durante aquellos
años tan difíciles que vivió nuestro país, sentí
junto con mi hija deseos de recordar lo que
habíamos vivido nosotros en particular.
Finalizaba la década de los 60. La inquietud de
los estudiantes marcaba que se avecinaba algo
peligroso. Nosotros los padres, un poco asustados
empezamos a observar sus conductas y movimientos:
faltaban los profesores (eso nos decían) y se
formaban reuniones sorpresivas. ¿qué estaba
pasando? Esta fue la pregunta que más nos hicimos
, los que habíamos vivido hasta ese momento
educando a nuestros hijos convencidos que sería la
repetición de nuestra generación.
Preocupada por mi hija Patricia, que mostraba una
nerviosidad extraña, comencé a ocuparme más de sus
movimientos. Sí que me preocupé cuando una noche,
desde mi cuarto escuché que Pati, conversando por
teléfono con alguien, muy bajito, decía que se
encontrarían al día siguiente más temprano que de
costumbre en el I.A.V.A.
Por supuesto que esa noche,
dormí salteado siempre alerta, hasta que de pronto
sentí a la madrugada que bajaba la escalera de su
cuarto calzada con championes y muy sigilosa. En
ese momento tomé una decisión, ¡cueste lo que
cueste, la voy a seguir! No sé como hice pero
nadie en casa me sintió; me vestí de acuerdo a las
circunstancias y fui a la Universidad. Bajé del
ómnibus en la calle Rivera y cuál sería mi asombro
cuando ví que a medida que me acercaba al I.A.V.A
las calles estaban cada vez más intransitables ;
pozos, cascotes y barro aparecían continuamente y
lógicamente mis zapatos se llenaron de barro. Me
acerqué a la puerta del preparatorios y como no
quería que me vieran, decidí tomar un café en el
bar de enfrente y desde allí observar los
movimientos un tanto irregulares.
De pronto sentí varias
explosiones y correrías dentro del edificio. Unos
instantes después aparecieron policías a caballo
en una actitud muy peligrosa. Inmediatamente el
dueño del bar cerró la persiana y quedamos a
oscuras muy sorprendidos todos.
Para mí fue el comienzo y despertar de que el país
reaccionaba ante una situación que aparentaba una
falsa tranquilidad. Me costó entender que todos
estos (se puede decir niños) tuvieran que
intervenir para alertarnos de que algo andaba muy
mal.
De aquí para adelante durante muchos años tuvimos
muchas zozobras, muchas tristezas e incontables
dramas; las familias deshechas fueron muchas y las
que aún están sufriendo.
Creo que el FER puso su grano de arena para que se
reaccionara y viniera un cambio hacia algo más
justo.
Tu madre |
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De
la
mamá de Esperanza |
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Esperancita: me pediste que escribiera algo sobre
los tristes años de la dictadura: 1972-1985.
Yo no recuerdo mucho en cuales velatorios estuve.
Fui a casi todos. En uno hice la cadena hasta el
cementerio del Norte y quedé como caballo
estaqueado, por varios días no pude ir a trabajar.
Trato de recordar... una tardecita, volviendo de
mi trabajo, estando bajo la ducha siento que
golpean con insistencia
la puerta. El que golpeaba estaba apurado,
insistía, y debí salir a atender cubriéndome con
la ropa interior y sobre ella, directamente el
tapado rojo.
Me encuentro con un compañero tuyo, Heber
Scariatto; me pedía que lo acompañase pues vos
estabas en el IAVA, que estaba ocupado por los
estudiantes, y el edificio estaba totalmente
rodeado por la policía.
Así como estaba, sin vestirme adecuadamente, nos
dirigimos a la calle Eduardo Acevedo y ...¿Guaná?
cuando llegamos comprendí que era una locura
pretender entrar pues cada pocos metros había un
policía. Todos me paraban, era imposible llegar a
destino.
Yo argumentaba que mi hija de trece años estaba
allí adentro y que los mayores le impedían salir.
A cada policía le repetía lo mismo.
Yo me había teñido el cabello de rubio y
finalmente, pude entrar al IAVA. Detrás de mí las
pesadas puertas se cerraron. Todo era oscuridad,
no se veía nada. Salvo unos tachos con fuego, los
chicos habían prendido papeles adentro para poder
orientarse. Con esa mínima luz fui avanzando y
preguntando dónde podrá encontrar a mi hija y daba
tu nombre.
Uno de los muchachos me dijo: no le da verguenza
venir a buscar a su hija?
Al avanzar en la penumbra oí tu voz. Subí una
escalera, atravesé varias aulas hasta que te
encontré. En esa zona, el laboratorio, creo,
estaban varios estudiantes, incluida vos. La
ventana estaba abierta y la luna iluminaba todo el
exterior.
Sobre el techo de las casas de enfrente había
varios policías, vecinos, señoras y el Ministro
del Interior, Adolfo Tejera, con un megáfono en la
mano. Yo me asomé por la ventana y en ese momento
alguien tiró una baldosa hacia esa terraza, daba
la impresión que fue arrojada desde los techos del
IAVA. La baldosa le pegó cerca, ahí, a una señora
que, al verme, comenzó a gritar: fue esa rubia la
que tiró la piedra! Gritaba y gritaba. Salió a la
calle tratando de ir a buscarme, amenazando.
Del lado de afuera del IAVA había una escalera por
donde pasaban la comida. Esta mujer empezó a subir
y desde adentro del edificio tiraban de la
escalera para evitarlo y la mujer quedó colgada.
Logró entrar y gritando, buscaba a la supuesta
agresora. Los chicos me escondieron detrás de un
mueble en el salón de Física. Yo ni respiraba, su
enojo era tal que no se qué hubiera pasado si me
encontraba.
El Ministro pedía a los estudiantes desalojar el
edificio prometiendo que no habría sanciones. Debo
agregar que el Ministro tenía una hermosa
borrachera (tu padre y yo lo conocíamos) y apenas
podía estar de pie, apoyado a un policía de cada
lado.
Hubo una asamblea y, con tu voto en contra, se
levantó la ocupación.
Salimos por atrás vos, Heber y yo y no paramos
hasta llegar a casa. |
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De la
mamá de María, Teresa y Marta |
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El FER celebra sus 40 años.
Allí comenzó la historia.
Cuantos recuerdos y sentimientos reviven : dolor,
preocupación, inseguridad y también compañerismo,
solidaridad y esperanza.
Podría relatar muchas anécdotas de esos años
difíciles, pero prefiero contar un episodio
amable.
María tenía que dejar el Uruguay. Chile los acogía
y el primer paso era trasladarse a Buenos Aires en
el vapor de la carrera.
En casa, toda la familia preparó un operativo
digno del mejor de los estrategas. Siendo menor,
los padres teníamos que acompañarla. Nos
encontraríamos en el puerto, yendo cada uno por su
lado.
María que ya no dormía en casa, fue por la suya.
Mi marido y yo en distintos taxis, con minutos de
diferencia y sin equipaje, nos dirigimos al puerto
por diferentes y tortuosos caminos. Marta llevaba
en otro taxi las maletas.
En el momento de embarcar y presentar los
documentos mi marido se da cuenta de que se había
olvidado de la cédula de identidad. Rápido un
taxi, derechito a casa, ida y vuelta. Todo el plan
se derrumbó, felizmente sin consecuencias.
Al subir al barco nos encontramos con las otras
integrantes del trío: Patricia con sus padres y
Mara con su marido, pero "no" nos conocíamos.
La partida se demoró mucho. A cada rato, por el
parlante nombraban a personas que debían
presentarse. Probablemente por un tema sin
importancia, pero dado el clima que vivíamos, cada
vez que un nombre empezaba por María, temblábamos.
Y fueron unas cuantas las Marías.
Finalmente el vapor zarpó y empezamos a respirar
más tranquilos.
Se había pasado el primer escollo, pero habría
muchos máMi vieja escribio, en su honor y en nombre de nuestra amistad, el poema que sigue y que comparto por primera vez fuera del circulo de amistades comunes que teniamos y tenemos con Eloy.
Aqui va:
SIN ELOY (para mi hijo Alvaro) Montevideo, diciembre 2003
( de mi madre )
Se me caen los brazos
no respiro el silencio
de mis lagrimas
y la angustia desprende
como rios furiosos
los recuerdos
Era aquella mañana
por ejemplo
el liceo Zorrilla
y tu estabas
las manos aleteando
y los rubios mechones
navegaban la frente
Era también en Jackson
en los long play de pasta
el viejo tocadiscos
desgranaba sus sones
Y después fue el exilio
el adios, la distancia
nuestras vidas tan jovenes
el ardor, la nostalgia
Cada año el reencuentro
los abrazos muy lentos
conocia tus dudas
esperanzas, secretos…
Al despuntar febrero
sabia que aguardabas
mi visita de siempre
Pero este verano
faltaras a la cita
te marchaste apurado
-quizas a tropezones-
de eterno adolescente
tu madre-diciembre 2003s |
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