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CIRCUNSTANCIAS

El siglo XX que aún estamos cerrando fue rico en catástrofes históricas, abarcando lo social, político, lo ecológico y provocando una aceleración en la historia de las ideas. No es de sorprenderse entonces de la emergencia de la ideología que se funda en el Fin de las ideologías (Fukuyama), concepto incorporado al imaginario de muchos, contrapuesto al Fin de la Utopía (Marcuse) afirmado en el hacer de otros tantos.
Guerras feroces -mundiales, regionales o comarcales-, accidentes "provocados" - Hiroshima, Harrisburg, Bhopal o Chernobil-, programas de exterminio que llegaron a genocidios -Auschwitz, Gulach, Sarajevo- o catástrofes "naturales" directamente vinculadas a condiciones provocadas por el progreso -eliminación de la biodiversidad y la diversidad cultural en la Amazonia, en la cuenca de enormes represas (Narmada, Yaciretá, ...) pueblan el largo trayecto de ese siglo cargado de promesas, que desde la ciencia y la tecnología, aseguraban bienestar y progreso.
Tanta miseria material y tanta conducta miserable, sólo se entiende por la predominancia de sistemas y horizontes de valor que las provocan y las sostienen. Preguntarse sobre el porque de esas emergencias lleva directamente a descubrir el basamento que no es otro que la imposición de "culturas inhumanas" que se basan en la violencia que unos seres humanos -siempre minorías- ejercen sobre otros -casualmente siempre mayorías- y que en este siglo han dado logar a la aparición de nuevas categorías, que a manera de especies amenazadas de extinción, han sido marginalizadas o expulsadas de sus ecosistemas y culturas: campesinos sin tierra, ciudadanos sin casa, trabajadores desocupados, niños de la calle, mujeres golpeadas.
Esos comportamientos de las sociedades humanas se han fraguado alrededor del apoderamiento de los recursos naturales y de las capacidades de los seres humanos alrededor de dos focos de dominación. Por un lado el sistema capitalista que beneficia a quienes poseen los recursos económicos y se aseguran sistémicamente la apropiación de los recursos de la naturaleza y de la capacidad de trabajo de la mayoría, tanto para emplearla como para dejarla desocupada.
Por otro lado formas que desde el Estado también se apropian de los recursos naturales y de las capcidades de sus ciudadanos desde el monopolio de la función política, ejercida por una clase política. Estos dos sistemas, tecnologías organizativas que permiten manipular naturaleza y sociedad, juegan en un equilibrio inestable, que va desde enfrentamientos y oposiciones a acuerdos y simbiosis, según circunstancias históricas o localizadas, en general apoyadas en los mecanismos legitimados del ejercicio de la violencia -sus ejércitos y diferentes fuerzas policiales o paramilitares- o a través de mecanismos cohercitivos o formas de corrupción .
El siglo XX ha sido al mismo tiempo generoso en la manifestación de movimientos y experiencias que han incrementado la conciencia de esas "culturas de dominación y explotación" y al mismo tiempo han originado realidades inéditas de organizaciones solidarias y autónomas -profundamente libertarias-, y formas de gestión directa igualmente autónomas basadas en las necesidades humanas y en la autogestión -profundamente socialistas.
Diversas formas asociativas, el cooperativismo autogestionario, y más recientemente el feminismo, el ecologismo y los nuevos movimientos sociales se consolidaron manteniendo posiciones antiautoritarias -anti estatales- y opuestas a la explotación del hombre por el hombre -anticapitalistas- con momentos claves que marcaron el devenir de la historia. Así la Revolución Méxicana (por Tierra y Libertad, fagocitada por un partido -el PRI), la revolución Rusa (por la sovietización de la sociedad y contra la apropiación o representación a cargo de un partido), la revolución española (por la autogestión generalizada a través de sus colectividades de producción en el campo y en la ciudad, contra el Partido Comunista que pretendìa la gestión de la vida social por representar a la clase obrera), la resistencia al fascismo en Italia, en Francia, en América Latina (por la resistencia activa que llegó a a la lucha armada en base a la disposición a dar la vida contra la administración que ejercían las burocracias partidistas que invocaron la representación de los oprimidos), el Mayo del 68 que significó una explosión antiautoritaria protagonizada por la juventud que a través de todo el mundo reivindicó el derecho a erotizar la existencia, en lugar de venderse en las condiciones que determinaba el mercado.
El nuevo siglo se abre con un aumento desmesurado de las incertidumbres. Ni la ciencia y mucho menos las tecnologías, pueden hacerse cargo de los equilibrios. Como señala Castoriadis han sido las ciencias y sus tecnócratas los que han provocado todos esos acontecimientos y catástrofes, no los indígenas, los campesinos, las costureras, los obreros o los consumidores. Detrás de cada amenaza ambiental y social están los equipos de científicos y de técnicos que asesoran y protagonizan el modelo de desarrollo que desemboca en las crisis superpuestas que han puesto en jaque a la vida misma en el planeta.
En 1972 las Naciones Unidas se reunieron en Estocolmo conmocionadas por la toma de conciencia de que vivimos en "una sola tierra" , y veinte años después en Río, 1992 la conciencia se ampliaba al saber que los habitantes del planeta teníamos "un futuro común". Esta última conferencia de las Naciones Unidas, que produzco la Agenda 21, programa para el siglo que viene, asumiendo las crisis provocadas por el modelo reinante y promoviendo la conciencia y la acción de las llamadas sociedades civiles, fue contestada por el Foro de Organizaciones Sociales que elaboraron su propia agenda. (Ya Wananchi, Acuerdos del Foro).

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Indice del documento: NUEVAS DIMENSIONES DE LAS CRISIS ECOLOGICAS Y SOCIALES, NUEVAS AMENAZAS A LA NATURALEZA Y LAS CULTURAS



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