Montevideo,
febrero 5 de 1971
El Movimiento por el Gobierno del Pueblo,
lista 99; el Partido Demócrata Cristiano;
el Movimiento Blanco Popular y Progresista;
el Frente Izquierda de Liberación;
el Partido Comunista; el Partido Socialista;
el Partido Socialista (Movimiento Socialista);
el Movimiento Herrerista, lista 58; los Grupos
de Acción Unificadora; el Partido Obrero
Revolucionario (Trostkista); el Movimiento
Revolucionario Oriental y el Comité
Ejecutivo Provisorio de los ciudadanos que
formularon el llamamiento del 7 de octubre
próximo pasado, reunidos a invitación
del Frente del Pueblo, hemos convenido en
formular la siguiente declaración política
que constituye el primer documento del Frente
Amplio.
El gobierno de la oligarquía
La profunda crisis estructural que el país
padece desde hace décadas, su dependencia
del extranjero, y el predominio de una oligarquía
en directa connivencia con el imperialismo,
han ido creando, por un lado, hondas tensiones
y por otro, un clima de preocupación
colectiva sobre el destino mismo de la nacionalidad
oriental. Cuando el deterioro económico
desembocó en un proceso inflacionario
paralizante de toda posibilidad de desarrollo,
la oligarquía encontró, en el
gobierno actual, un coherente intérprete
político de su propia respuesta ante
la crisis. Ambos pretendieron establecer un
orden basado en el despotismo; atropellaron
las libertades publicas y sindicales; agredieron
física y materialmente a la Universidad
y a la Enseñanza Media. Empobrecieron
a los trabajadores al congelar realmente los
salarios y nominalmente los precios; redujeron
la capacidad adquisitiva de los ingresos de
funcionarios y empleados, jubilados y pensionistas
y vastos sectores de capas medias; asfixiaron
a modestos y medianos industriales, comerciantes
y productores rurales; paralizaron las fuerzas
productivas y desalentaron el trabajo. Desmantelaron
resortes vitales de economía nacional
como los bancos oficiales, el Frigorífico
Nacional, los entes energéticos y los
servicios de transporte. Enajenaron progresivamente
-por la sumisión a las recetas del
Fondo Monetario, por el endeudamiento externo,
por la contratación de empréstitos
lesivos, por la complicidad en la evasión
criminal de divisas- la soberanía del
país. Todo ello para mantener intactos
los privilegios de una minoría apátrida
y parasitaria en alianza con las fuerzas regresivas
del poder imperial. La República camina
hacia la ignominiosa condición de una
colonia de los Estados Unidos.
La resistencia popular
El pueblo lúcido, su clase trabajadora
y su juventud estudiantil, los creadores y
difusores de la cultura, los partidos políticos
progresistas, enfrentaron esa conducta antinacional
y antipopular defendiendo la existencia de
la nación; por hacerlo, sufrieron vejaciones,
privaciones de libertad, destituciones, confiscaciones,
proscripciones, torturas y crímenes,
cercenamiento de derechos y clausura de órganos
de expresión, toda una gama de atropellos
que parecían relegados a la oscura
peripecia de pasados tiempos. Sangre juvenil
y obrera regó las calles, porque la
voluntad libertaria del pueblo uruguayo, su
dignidad y decoro y la creciente comprensión
de las causas profundas de este desorbitado
ejercicio del poder, exigía una respuesta
que no se amilanó ante la saña
represiva y fue forjando, en la dura experiencia
de la lucha, las bases de la unidad popular.
Una polarización inevitable
La coyuntura histórica conducía
a una polarización entre el pueblo
y la oligarquía que se hubiera cumplido
de cualquier modo, ya que los trabajadores,
los estudiantes y todos los sectores progresistas
resistieron las imposiciones antinacionales.
Pero la regresividad y violencia de la política
gubernamental, sin precedentes, en el correr
del siglo, ofició como un acelerador
en el proceso de enfrentamiento, en la conciencia
colectiva de cambios urgentes y profundos,
en la necesidad de instrumentar un aparato
político capaz de aglutinar las fuerzas
populares auténticamente nacionales
para agotar las vías democráticas
a fin de que el pueblo, mediante su lucha
y su movilización, realizara las grandes
transformaciones por las que el país
entero clama.
La unidad política de las corrientes
progresistas que culmina con la formación
del Frente Amplio -cerrando un ciclo en la
historia del país y abriendo, simultáneamente,
otro de esperanza y fe en el futuro- se gestó
en la lucha del pueblo contra la filosofía
fascistizante. Y esa unión, por su
esencia y por su origen, por tener al pueblo
como protagonista, ha permitido agrupar fraternalmente
a colorados y blancos, a demócratas
cristianos y marxistas, a hombres y mujeres
de ideologías, concepciones religiosas
y filosóficas diferentes, a trabajadores,
estudiantes, docentes, sacerdotes y pastores,
pequeños y medianos productores, industriales
y comerciantes, civiles y militares, intelectuales
y artistas, en una palabra a todos los representantes
del trabajo y de la cultura, a los legítimos
voceros de la entraña misma de la nacionalidad.
Porque es un movimiento profundo que enraíza
con las puras tradiciones del país,
que recoge y venera las construcciones que
vienen del fondo de la historia, y tiene,
simultáneamente claros objetivos para
alcanzar un porvenir venturoso, siente que
su vertiente más honda lo enlaza con
la esclarecida, insobornable y combatiente
gesta del artiguismo.
Las bases programáticas de la unidad
En esta dramática circunstancia, conscientes
de nuestra responsabilidad y convencidos de
que ninguna fuerza política aislada
sería capaz de abrir una alternativa
cierta de poder al pueblo organizado, hemos
entendido que constituye un imperativo de
la hora, concertar nuestros esfuerzos, mediante
un acuerdo político, para establecer
un programa destinado a superar la crisis
estructural, a restituir al país su
destino de nación independiente y a
reintegrar al pueblo el pleno ejercicio de
sus libertades y de sus derechos individuales,
políticos y sindicales. Un programa
de contenido democrático y antiimperialista
que establezca el control y la dirección
planificada y nacionalizada de los puntos
clave del sistema económico para sacar
al país de su estancamiento, redistribuir
de modo equitativo el ingreso, aniquilar el
predominio de la oligarquía de intermediarios,
banqueros y latifundistas y realizar una política
de efectiva libertad y bienestar, basada en
el esfuerzo productivo de todos los habitantes
de la República.
Expresamos nuestro hondo convencimiento de
que la construcción de una sociedad
justa, con sentido nacional y progresista,
liberada de la tutela imperial es imposible
en los esquemas de un régimen dominado
por el gran capital. La ruptura con este sistema
es una condición ineludible de un proceso
de cambio de sus caducas estructuras y de
conquista de la efectiva independencia de
la nación. Ello exigirá, a su
tiempo, la modificación del ordenamiento
jurídico-institucional, a efectos de
facilitar las imprescindibles transformaciones
que procura.
Concebimos este esfuerzo nacional como parte
de la lucha por la liberación y desarrollo
de los pueblos del Tercer Mundo en general,
de la cual somos solidarios, y en particular,
de la que tiene por escenario a nuestra América
Latina, en donde como hace más de un
siglo y medio, la insurgencia de sus pueblos,
habrá de desembocar en la conquista
de la segunda y definitiva emancipación.
Declaración y llamamiento
Por los fundamentos expuestos, hemos resuelto:
1. Constituir un frente político unitario
-Frente Amplio- mediante la conjunción
de las fuerzas políticas y de la ciudadanía
independiente que firman este documento, para
plantear la lucha de inmediato, en todos los
campos, tanto en oposición a la actual
tiranía o a quienes pretendan continuarla,
como en el gobierno. Este Frente Amplio está
abierto a la incorporación de otras
fuerzas políticas que alienten su misma
concepción nacional progresista y democrática
avanzada.
2. Contraer en este mismo acto, el formal
compromiso de establecer un programa común
y ceñirnos a él en la lucha
fraternal y solidaria colaboración,
así como actuar coordinadamente en
todos los campos de la acción política,
sobre la base de que atribuimos al pueble,
organizado democráticamente, el papel
protagónico en el proceso histórico.
3. Establecer que esta coalición de
fuerzas -que no es una fusión y donde
cada uno de sus partícipes mantiene
su identidad- ha de estar dotada de una organización
con núcleos de base y autoridades comunes,
mandato imperativo y demás mecanismos
de disciplina que aseguren el cumplimiento
efectivo de los compromisos postulados convenidos.
4. Declarar que el objetivo fundamental del
Frente Amplio es la acción política
permanente y no la contienda electoral; al
mismo tiempo afrontará unido las instancias
comiciales, con soluciones honestas y claras
que restituyan a la ciudadanía la disposición
de su destino, evitando la actual falsificación
de su voluntad.
En función de estos principios y objetivos
convocamos al pueblo a incorporarse al Frente
Amplio y a participar activamente en la lucha
y en los trabajos que emprendamos.
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